BERGER, J. (2010) Modos de ver. Gustavo Gili, Barcelona
Nos dice el autor que “la vista llega antes que las palabras” (pag. 5) por lo que una obra de Magritte nos resulta agradable o no antes de poder interpretarla a partir del lenguaje: no entiende el espectador al hombre con cabeza de manzana… sin embargo, nos podemos sentir identificados con él a pesar de no saber explicar por qué. Cosas del surrealismo. Lo que creemos que sabemos afecta al modo en que vemos las cosas; Berger en su obra nos recuerda que el fuego tiene diferentes interpretaciones en función de quién sea su espectador: el hombre de la Edad Media que se calienta y cocina con él, o el hombre del s. XXI que sólo lo siente como una amenaza.
Al referirse a la imagen de la mujer y su uso por la Historia del Arte como presentación de los más variopintos mensajes – el pecado, los vicios, la condena, la pasión… o el amor maternal, la virtud, la virginidad, las artes liberales- nos presenta al hombre como el espectador de la obra, de la obra de arte y de la propia mujer. Hemos de recordar aquellas Cámaras de las Maravillas en la que los nobles renacentistas comenzaron guardando objetos extraños de países lejanos y que terminaron por convertirse en lugares secretos donde guardar obras con mujeres desnudas representados en ellos – por ejemplo la Cámara de Felipe II en el Escorial, como muy bien recoge Torrente Ballester en su novela “ El Rey Pasmado”, donde el monarca guardaba las “Poesías” que Tiziano pintaba para él; o las famosas Majas de Goya, retratos de la amante de Godoy que también iban destinados a un espacio similar en su palacio. El hombre es espectador y propietario y ellas son tratadas, en la mayoría de las representaciones, como objetos para ser observador.
Dice el autor: “Esta relación desigual está tan profundamente arraigada en nuestra cultura que estructura todavía la conciencia de las mujeres. Hacen consigo mismas lo que los hombres hacen con ellas. Supervisan, como los hombres, su propia feminidad” (pag. 35)
¿Por qué los medios de comunicación y las creaciones de publicidad reproducen discursos androcéntricos, incluso cuando son ellas las editoras, redactoras o creativas de publicidad? ¿Por qué las mujeres consumen la publicidad que las relega a simples piezas de contemplación, a estándares de comportamiento, aún a pesar de la propia realidad que viven? El autor del texto tiene la respuesta:
“Una mujer debe contemplarse continuamente; ha de ir acompañada casi constantemente por la imagen que tiene de sí misma. (…) Y así llega a considerar que la examinante y la examinada que hay en ella son dos elementos constituyentes, pero siempre distintos, de su identidad como mujer (…) Tiene que supervisar todo lo que es y todo lo que hace porque el modo en que aparezca ante los demás, y en último término ante los hombres, es de importancia crucial para lo que normalmente se considera para ella éxito en la vida” (pag. 26)
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